viernes, enero 28, 2011

Ana Bolena

El pasado martes 25 fui a ver Ana Bolena al Liceu y me dejó un sabor agridulce (si bien más dulce que agrio). A destacar los cuatro cantantes principales, estupendos (más abajo introduciré algún matiz) todos ellos, entro los que sobresalió la mezzo letona Garanca, en el papel de Jane Seymour. Bien Enrique y Percy. Y bueno, con altibajos la Gruberova. A pesar de ser la estrella del reparto y de bordar las arias finales (fan-tás-ti-ca), su primer acto fue, siendo generoso, regular. Como me comentaba mi apuntadora de lujo en las visitas al Liceu, se puede cantar perfectamente un aria sin sobreagudos (si bien, por espectaculares -que no difíciles- son lo que le más le suele gustar a la gente) sin necesidad de poder quedar en evidencia, que es lo que le pasó a la Gruberova en un par de ocasiones en las que se notó brusco el paso de agudos a sobreagudos (un poco, como marcando los dos tiempos en un levantamiento de pesas) y estos se quedaron a alguna décima del tono deseado. Por otro lado, resultaba poco creible una Ana Bolena tan mayor -si no tiene los 70, poco le debe faltar a Edita Gruberova-, con un peinado tipo Angela Merkel (en un momento se pone gafas de sol y un pañuelo en la cabeza, a lo Thelma y Louise) acompañando a un Enrique VIII tan joven. Aun así, mis respetos para una leyenda viva. Quien no me gustó fue Smeton, sobreactuando en exceso y confundiendo el papel de un músico y poeta con el de un bufón de feria.

Y bueno, en cuanto al montaje... creo que el escenario era versátil pero que quedó desaprovechado (las puertas correderas y las escaleras podían haber dado más vidilla). Me gustan algunas adaptaciones modernas pero, francamente, una ópera que se titula “Ana Bolena” no da mucho juego para que se ambiente en la época actual, con todo el mundo vestido de gris (feo y soso el vestuario) y monitores encendidos representando -I guess- que en palacio no había intimidad, algo así como un guiño orwelliano. Y para acabar, los figurantes paseándose por el escenario vestidos con faldas o pantalones (según el género del figurante) y con grandes capuchas a modo de cabezas de cuervo, evocando a las aves que moran en la Torre de Londres. ¡Ah! la orquesta bien. Sin lucimientos (Donizetti no es Wagner), pero correcta.

En fin, que las interpretaciones de los 4 cantantes principales más que compensan las pegas que os comento y, si os sobran algunos eurones y encontráis alguna entrada, no creo que os arrepintáis de daros una vuelta por el Liceu.

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